9.15.2009

Farewell

Muchas cosas han ocurrido desde que inicié la aventura de escribir algunos pensamientos en este blog a finales de 2007. Un par de empleos, caídas, puestas en pie y una cantidad asombrosa de experiencias (algunas monótonas, otras que rayan en lo increíble) han acontecido durante la vida de este sitio.

Alguien dijo cierta vez, que en la forja del herrero hay tres tipos de herramientas. Primero están las herramientas dañadas: apiladas y fuera de uso, astilladas y resquebrajadas, necesitando ser restauradas. Entre estas algunas están esperando ser restauradas, otras ni siquiera saben que son herramientas –y por lo tanto, ni siquiera saben que necesitan ser reparadas- y otras, simplemente no desean pasar por el doloroso proceso de reparación. El segundo grupo lo conforman aquellas que se encuentran en el fragor del horno: entre el crisol y el fuego, entre martillo y yunque: dúctiles y aprendiendo su función. Y finalmente, están aquellas herramientas que aprendieron su utilidad y reconocen su misión: Filosas, precisas, adaptables, siendo usadas por el maestro orfebre. Creo que durante esta etapa de mi vida he estado más de una vez en cada uno de los tres lugares de la herrería, pero siempre en la mano del maestro. Y aunque muchas veces el precio del aprendizaje ha sido extremadamente alto, no lo cambiaría por nada del mundo.

Muchas de mis creencias han sido reforzadas, muchas otras han sido 'modificadas' y otras nuevas han sido adquiridas. Y aunque nunca he creído que las respuestas a las interrogantes más importantes se encuentren 'dentro de nosotros', como a muchos les gusta decir, ahora podría decir, como en la canción de Kyosko: 'Hoy se que nunca supe tanto de mi...'

No quiero que el lector perspicaz se lleve la impresión de que el proceso de formación que mencioné arriba es todo ‘martillo y fuego’, porque las manos callosas del carpintero también son tiernas, y el refugio de su regazo es lugar más acogedor entre todas las moradas existentes.

Al ver atrás no puedo evitar sentir cierta tristeza por haber dejado abandonado este blog tanto tiempo y tantas veces. Debo confesar que mis pretensiones para el mismo se quedaron cortas, más cortas de lo que esperaba. Ahora me lamento y derramo lágrimas sobre todos los ensayos que no escribí, sobre todas las historias que no compartí, las tonterías que no conté y las controversias que no suscité.

Soy del tipo de escritor al que no le cuesta nada escribir una defensa de lo que sea ante la menor incitación. Y me doy cuenta que en estos últimos meses tan solo he acumulado trabajo por hacer. Lamentablemente muchas de las cosas que alguna vez pensé en escribir, ahora no tienen mucho sentido y por ahora deberán esperar. Quizá no sean contadas hasta que todas las almas sean juzgadas. Por ahora no lo se.

Muchas veces pasó por mi mente hacer de Iarwain Ben Adar un blog más amigable, más variado, más digerible y entretenido. El problema es que el mismo blog se oponía a ello. Eso quizá se debe su espíritu élfico, a que el mismo deba su inspiración a aquel caminante por el cual no pasan los días.

Siempre quise renovar el sitio, y pensé que además de aquellas muestras de desvarío y reflexión llamadas ‘Bagatelas Tremendas’ y de los demás escritos de naturaleza poético-filosófica, podría incluir una especie de 'Free Talk' en el que pudiera abordar, a mi manera, temas más coloquiales. Pero eso nunca ocurrió. Mis posturas acerca de muchas cosas no hallaban cabida en un blog cuya consigna es 'palabras que flotan sobre un mar infinito'.

Quiero aclarar que yo, más que nadie, disfruté profusamente de este sitio. No hay cosa más deliciosa para un escritor en ciernes que darse cuenta que sus caprichos metafísicos pueden hallar un espacio para ser escuchados y soportados. Es muy probable que los escritos contenidos aquí, en medio de mis abusos de estilo extravagante y desmesurado, carezcan de la calidad necesaria para ser publicados aún en el más pequeño de los panfletos. Pero no carecen de sinceridad y legitimidad. Este blog albergó, de entre todos mis escritos (por supuesto que mis historias largas y novelas aún permanecen en secreto, todavía en proceso), la selección de aquellos que produjeron mayor felicidad a su creador. Pro artis et focis.

Después de pensarlo mucho, creo que aún no es tiempo para resucitar, o al menos reanimar este Blog. Hace dos meses creé una cuenta en wordpress. Y creo que ha llegado el tiempo de mudarme.

Este Blog siempre será mi primer blog, y tiene reservado un lugar especial en mi corazón. Entre cada una de sus líneas quedan guardados muchos de los mejores momentos de mi vida, momentos y experiencias que no olvidaré. No quiero dejar de recordar a todos los que siguieron, leyeron y comentaron. Gracias por su compañía. De nuevo, gracias.

El camino sigue. Les invito a transitarlo conmigo.

www.peregrinoazul.wordpress.com

3.16.2009

Ana

Era Ella.
Su corazón, que latía frenéticamente, confirmaba que sus ojos no le engañaban, que aquel no era un espejismo. Las sensaciones eran demasiado intensas: no podía estar soñando.
Algunos días atrás se había propuesto llevar las riendas de sus sueños mientras dormía, dada la recomendación de uno de sus autores favoritos. Pero los resultados no siempre eran los esperados, quizá porque la incerteza es parte del misterio de la vida, y hace de las suyas incluso en cuando dormimos. Y esta vez, mas que cabalgar sobre una pesadilla, parecía flotar sobre el viento.

El estrépito de los autos, con sus motores bufando como bestias salvajes y los aullidos de su cornetas, le hizo volver de su letargo como una fría cachetada al rostro. Pero Ella seguía ahí, sentada en el asiento de aquel autobús.
Su mirada era seria y profunda, y parecía abstraída en algún pensamiento interesante del universo de su imaginación. A veces, aquella seriedad se cambiaba en una sonrisa que iluminaba su rostro, como un arco iris, para luego volver a su habitual seriedad.
Mientras la observaba, se le antojó pensar que aquella misteriosa joven mujer era de esa clase de personas taciturnas que pueden pasársela muy bien sin los demás, pero que disfrutan de la compañía de otros; esa clase de gente con la que es fácil entretenerse en agradable conversación hasta el día siguiente.

Lucía espléndida. Su pelo crespo, largo y lacio, brillaba con los pocos rayos de Sol que cruzaban por las ventanillas de cristal en aquella mañana. Su delicado rostro, de finas facciones, poseía ese tipo de belleza que es sencilla e increíble a la vez. El alegre amarillo de su vestido contrastaba con sus ojos oscuros.
Con una mano jugueteaba con una banda elástica que llevaba por pulsera, mientras sostenía dos o tres libros con la otra. Llevaba en su regazo aquel enorme bolso de cuero, de esos en los que suele encontrarse, si es que alguien se aventura a hurgar en su interior, una variedad asombrosa de cosas (cosas como una lima, un lápiz labial, un corta plumas, un arete al cual le falta su par, una libreta taquigráfica, tabletas de menta o un compás de precisión).

Era simplemente hermosa. Y al igual que en cada una de las pocas ocasiones en las que había podido observarla, no podía alejar su vista de ella.
Aprovechando el lugar dejado por un pasajero que bajaba del autobús, se sentó a penas un par de asientos detrás de ella en la línea contraria, sin dejar de verla ni un instante. De repente la joven volvió su rostro, y, por alguna razón que quizá esté oculta hasta el fin de los tiempos, intercambió una mirada con su admirador, fijando el instante en el tiempo con el brillo de sus ojos, como en la balada del viejo marinero.
Mil pensamientos vinieron a su mente, que ahora quizá solo era superada en actividad por su agitado corazón. Parecía una nota de música lejana, el eco de un suspiro…

‘Te vi sonriente, y flotando ante mis ojos,
La imagen de tus ojos quedó,
Como la mancha obscura, orlada en fuego
Que flota y ciega si se mira al Sol…’

Cierto viejo hombre calvo que había estado sentado a la par de aquella hermosa joven —cuya existencia había pasado desapercibida en todo el trayecto— se puso de pie para bajar en la siguiente parada, y Ella, que había estado sentada en el asiento al lado del pasillo, se movió para situarse en el lugar junto a la ventanilla.

El corazón aquel poeta dio un vuelco, debatiéndose en la indecisión. Un par de minutos después se vio a si mismo poniéndose en pie para sentarse su lado. No era algo normal en su comportamiento, simplemente no era el tipo de persona que habla a alguien que no conoce. Aunque técnicamente si la conocía.
Esta vez sintió que su corazón no iba a soportar si no lo hacía, debía dirigirse a ella.
La joven se volvió hacia él, mostrando de nuevo aquella dulce sonrisa que recordaba al arco iris, y que seguiría grabada en su mente por mucho tiempo.

Estaba nervioso, y vaya que le resultó un trabajo titánico ocultarlo, o al menos tratar de hacerlo. Aclaró su garganta más tiempo de lo que un se estima normal, logrando que Ella le viera con aire de curiosidad, como esperando oírle hablar.
¡Por supuesto! —Pensó para si— alguien como ella debe estar rodeada de halagos todo el tiempo… pero ahora era demasiado tarde para echarse atrás:

—Le he visto en otras ocasiones —dijo el poeta de la mejor manera que pudo—. Antes que piense o diga cualquier cosa, debo decirle que no es mi manera, que no acostumbro…
— ¿Aja? —Preguntó ella gentilmente, con su voz de terciopelo—
—Le he visto… en este mismo autobús. Y pienso que es usted bellísima, y que su hermosura es una cadena al corazón, cuyos eslabones son de flores… —continuó él, levemente aturdido por el eco de su suave voz y su aroma floral—. El cielo sabe que si no le digo esto en este momento lo lamentaré más adelante.

Ella al principio pareció confundida, pero luego esbozó una fresca y prolongada sonrisa

—Gracias —respondió mientras miraba hacia sus manos, sonriente— mi nombre es Ana. Encantado de conocerle...
Apretó sus libros con ambas manos, y continuó sonriendo por un instante que pareció una eternidad, ahora fijando sus ojos en él.
Súbitamente algo turbó aquel bello rostro. ¡Debía bajar en la parada que acababan de dejar atrás! Se disculpó nerviosamente y casi tiró uno de sus libros sobre él. Colgando su bolso en uno de sus hombros se puso en pié. Él inmediatamente hizo lo mismo, permitiéndole salir.
—Espero verle de nuevo —balbuceó él, sin encontrar algo mejor que decir—
—Yo lo espero también… —dijo ella, mientras daba un paso hacia la salida—

Él poeta creyó que las cosas no habían salido tan mal, y ahora su corazón latía con un ritmo más normal. Pero Ella se volvió, y mientras tanto, él quedaba atónito e inmóvil al verle regresar. Y así siguió, petrificado por quien sabe cuánto tiempo, después de el beso de aquella hermosa joven en su mejilla izquierda
—Ana —repitió para si— y de nuevo percibió aquel dulce aroma a flores

3.11.2009

Melodía de Ti

No soy rayo de luz, fleco de plata de una distante estrella
No soy resplandor sereno, del astro errante, luminosa estela
No soy suave brisa, caricia de amor sobre el campo verde
No soy flor peregrina, fragancia cautiva, que el corazón prende

No soy del torrente el murmullo, ni la ardiente nube del ocaso
No soy beso del Sol, ni de la primavera abrazo
No soy nieve en las cumbres, ni soy onda del azul mar
No soy fuego en la arena, ni la esperanza del viajero al caminar

Soy tan solo una sencilla canción,
Melodía tenue de tu gracia y perdón
Soy tan solo un verso frágil hecho canción,
Melodía tenue de tu gracia y perdón

Soy tu canción,
Melodía de tu gracia y perdón
Nada más puedo ser
Nada más puedo ser