Un día en el Bosque de la Verdad, sembré un árbol de claridad. Sembré un sueño sin florecer... Sin despertar tal vez.
Sembré utopías que no fueron mías, y un sol para los Dos que nunca amaneció. Y una sola bandera para la humanidad, ondeando en el azul y un ave sin volar para la libertad.
Un día en el Bosque de la Verdad, un pajarillo se fue a anidar. Tal vez huyendo del vendaval o de una guerra satelital. Bajo la fronda azul se cobijó. Frágil y leve como el amor que buscó un sitio donde vivir y un claro en la espesura donde inventar su trino.
Un día en el Bosque, mi corazón soñó. ¡Tanto camino andado y tanto por venir! Los sueños tienen la memoria de los árboles y de las aves del vendaval. Por eso crecen y crecen hacia el cielo, difíciles de vencer y de alcanzar tal vez.
Un día en el bosque de la verdad, aquel árbol crecerá y con sus ramas alcanzará las estrellas. Y yo, desnudo como un soto más de aquella arboleda alucinada, seguiré siendo selva, pajarillo y soledad.
5.19.2008
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